El abandono de Benedicto XVI

Océano

“¿Eli, Eli lama sabachtani?” 1 Cuando Benedicto XVI significa, en pocas palabras sencillas, que renuncia al oficio de Papa, es un terremoto que sacude al mundo y golpea a los católicos. Circulan los rumores más descabellados y todos se preguntan sobre las causas de esta decisión que, si bien no es única, causa asombro. En lo personal me habitan dos sentimientos: el abandono y la tristeza, su pez piloto, por no decir desolación. El abandono se asemeja a un eco que se reproduce y crece, como una queja inquietante.

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La muerte de la intimidad

árbol enfermo

En todas partes, en Internet, en los periódicos o en la televisión, la experiencia personal se muestra, exhibe y pretende ser una referencia. Esta indecencia se basa en una inversión de valores. Se basa sobre todo y en todas partes en la idea de lo mismo. La idea del mismo piensa: “Yo viví eso, mi experiencia refleja un sentimiento universal. Me refiero a lo que experimenté. Me hago pasar por un testigo imprescindible”. Esto es confundir lo universal con lo general. Lo que se olvida, se malinterpreta, es la diferencia que reside entre cada hombre; y cada hombre es único. No singular por sus orientaciones sexuales o por sus manías, sino intrínsecamente. Este es un viejo concepto nuevo a principios del siglo XXI. Por su experiencia, por su cultura y por su naturaleza, cada hombre muestra una faceta del Hombre, y cada faceta es singular. Crear a la imagen de Dios . Ahora bien, nos es imposible, sino mirando a los hombres y considerándolos todos singulares, abrazar a Dios. Olvidar a Dios conduce a lo mismo. Todo el mundo va allí con su canción de cuna que, si bien puede contar la tragedia de una existencia, es sólo una canción de cuna porque ni siquiera comienza a contar la tragedia del Hombre.

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