Está la hermosa palabra italiana "vergogna", está la palabra francesa vaciada de su significado en los tiempos modernos "vergüenza".
¿Quién no se ha encontrado en medio de una cena con queridos amigos con ganas de huir del lugar, huir para no tener que soportar la estupidez, la incoherencia, los comentarios pequeñoburgueses, la vulgaridad? La necesidad de aire limpio se siente cuando nuestros pulmones ya no son suficientes para almacenar el poco aire ambiental. Muy a menudo estas personas que amamos, que solo repiten lo que han leído en los periódicos, en los blogs, nos irritan… Internet puede ser un enemigo puro de la inteligencia.
Normalmente en estas cenas se llega a lo peor cuando se habla de religión.
El mundo secular y moderno ha promulgado una ley monstruosa, proteica, incandescente: la religión tendrá que quedar confinada a “la esfera privada”. Pongo esta última expresión mediática entre comillas por razones que entenderemos, como suele ocurrir con las expresiones mediáticas, no significa nada. No estoy en contra de la idea de cierta discreción en la práctica de la religión, pero estoy en contra de la idea de esconderse de ser cristiano. ¡Especialmente en un país como el nuestro! Pero, ¿no estaría el problema allí y en ningún otro lugar? ¿Este país no deja de odiarse a sí mismo?