Carta a mi amigo Álvaro Mutis

Un día de los 90, íbamos por la calle, salíamos del Hôtel des Saints-Pères, y Alvaro Mutis 1 se paró en seco. Estábamos casi en la esquina de la rue de Grenelle, y me dijo: “Emmanuel, tengo la impresión de que caminábamos así juntos hace mucho tiempo por una calle de Cádiz. Y estábamos teniendo la misma discusión. Confieso que ya no recuerdo nuestras declaraciones. Estoy seguro de que si Álvaro Mutis viviera todavía, lo recordaría.

Álvaro Mutis tenía una relación especial con la vida. Vivía del manejo de la memoria y la realidad inmediata. Siempre ponía un pie en uno y otro pie en el otro. Con él, estos dos mundos nunca se separaron, estaban cerca, iban de la mano, como gemelos unidos, como una vida unidireccional, para bien. Álvaro Mutis estaba viviendo su vida y otras vidas, vidas que había vivido antes o viviría después. Sobre todo Álvaro Mutis vivió, en todo momento, acompañado de un niño pequeño, este niño todavía se llamaba Alvarito, siempre estuvo con nosotros. Carmen, la esposa de Álvaro, aceptó su presencia a pesar de que no era su hijo. Nunca he conocido a alguien como Álvaro Mutis. Quiero decir que había algo aterrador e intrigante en su presencia, su presencia como un niño junto al mismo adulto de mediana edad. Le dije eso a menudo. Le dije que Bernanos, a quien amaba, también tenía que vivir así con el resplandor encarnado de un yo joven a su lado.

Vengo aquí a contar lo que sé de Álvaro Mutis, Maqroll el Gaviero y algunos más… Estos últimos años han sido lentos y largos. Nos correspondíamos mucho menos. Ya no escribió. Hacía tanto tiempo que no escribía. Los temblores se habían hecho cargo. Un cierto vacío también. Todo estaba condenado a desaparecer como el tocón de un árbol muerto que desaparece en una semana en el horno húmedo del Amsud. Todo tenía que pasar, y este espectáculo de la vida en acción no dejó de asombrar a Álvaro Mutis a lo largo de los noventa años que estuvo en esta tierra.

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Álvaro Mutis sobre la monarquía

La paradoja, bastante dolorosa para mí, es que muy joven ya era realista. Casi podría decir, desde niño. Mis primeras lecturas de historia me llevaron a investigar de dónde venía la monarquía y cómo funcionaba. Sé muy bien que la monarquía, tal como yo la concibo y otras épocas la han vivido, es ahora impensable.[…] Para mí, un poder que viene de una trascendencia, de un origen divino, y que es asumido como tal por el el rey, como obligación ante un ser y una autoridad superior a los hombres, es mucho más convincente. De este compromiso del rey procede la fuente, el origen, la razón de este poder que le corresponde en vida, así como el derecho de sus hijos a heredar este poder, después de la ceremonia de la coronación. Esto me parece mucho más aceptable, y comulgo y convivo mucho mejor con ello que con leyes, reglamentos, códigos aprobados por consenso mayoritario, a los que debo someterme y que fueron creados por hombres a mi imagen y semejanza. Que la mayoría esté de acuerdo en que la sociedad debe ser así o así, para mí no significa absolutamente nada. Para que esta sociedad merezca mi respeto, para que yo me sienta preocupado por ella y tenga derecho a mi respeto, debe ser de origen superior, y no fruto de un proceso lógico, ensayado y preparado por un grupo de hombres. que dicen representar a la mayoría de la población. Porque a mi juicio, es entonces la tiranía más abominable que puede existir.

Extractos de Recuerdos y otras fantasías , libro Entrevistas a Eduardo García Aguilar, Ediciones Folle Avoine.

Extracto de Le Hussard. Poema de Álvaro Mutis

[…] El mosto de vino centenario, que se rocía con agua en las bodegas.
El poder de su brazo y su sombra de bronce.
La vidriera que narra sus amores y recuerda su última batalla se oscurece cada día un poco más bajo el humo de las lámparas nutridas con aceite malo.
Como el aullido de una sirena anunciando a los barcos un cardumen de peces escarlata es la queja de quien lo amaba más que a ningún otro,
el que salió de su casa para dormir contra su sable metido debajo de la almohada y besarle el vientre duro de un soldado. .
Como las velas de un navío que se hinchan o se hunden, como el alba que disipa la niebla en los aeródromos, como el silencioso andar de un hombre descalzo entre la maleza, ha corrido la noticia de su muerte,
el dolor de sus heridas abiertas en la sol vespertino, sin pestilencia, pero con todas las apariencias de disolución espontánea.
Toda la verdad no está en esta historia. Falta en las palabras todo lo que constituyó la catarata ebria de su vida, el desfile sonoro de lo mejor de sus días que motivó el canto, su figura ejemplar, sus pecados como tantas monedas preciosas, sus eficaces y bellas armas.

Extracto del poema Le Hussard publicado en Les Elements du Disaster, Editions Grasset. Día de homenaje a Álvaro Mutis, extraordinario cuentista, inmenso escritor, maravilloso amigo.

Noche. Poema de Álvaro Mutis

La fiebre atrae el canto de un pájaro andrógino
abriendo paso al placer insaciable
que se ramifica y atraviesa el cuerpo de la tierra.
Vaya !
¡la navegación infructuosa por las islas donde las mujeres ofrecen al viajero
el equilibrio fresco de sus pechos
y el sonido aterrador en el hueco de sus caderas!
La piel tierna y suave del día
se desmorona como la cáscara de una fruta infame.
La fiebre atrae el canto de las cloacas
donde el agua lleva la basura.

Con el poema Nocturno publicado en Los Elementos del Desastre, Ediciones Grasset, inicio esta jornada de homenaje a Álvaro Mutis, extraordinario cuentista, inmenso escritor, formidable amigo.

Otra escala...

Álvaro Mutis es un gran escritor y lo que no estropea a uno de mis muy queridos amigos. Como lleva varios años sin publicar ningún libro, pensé en rendirle un pequeño homenaje a través de citas de "La última escala del vapor vagabundo", esta novela corta está llena de la gracia que proporciona la lectura de Álvaro Mutis. Para redescubrir al escritor colombiano .

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