domingos

Es domingo ?
Es domingo ! Huele el amanecer mientras hablamos en casa,
saborea un abundante desayuno, ¡es un día de celebración!
¡No lo olvidemos o más bien recordémoslo! Preparándonos para un gran día, ¡el gran día!
Escuche a un taxista gruñón quejándose de que el mundo no va bien,
Distráigase de esta conversación, como de cualquier discusión,
Suba las escaleras, entre al edificio y déjese absorber por él.
Respira, vuelve a la vida como una planta a la que le falta agua y luz durante demasiado tiempo... Echa raíces.
Orar.
Orar ! ¡Asesórate e infórmate! ¡Escúchate amor! ¡Escucharnos amados! Disfrutar contigo mismo, ausente de ti mismo,
Sentirte en casa, en tierras siempre desconocidas.
Sentirse completa, entera e intensamente amado...
Preguntándose qué merece esto... Escuchándose a sí mismo jadear.
Escucharte a ti mismo significa el fin de la eternidad.
¡Deo Gratias! Lamentando el final de esta aventura que contiene todas las aventuras.
Encontrar el mundo después de haberlo olvidado, tartamudo y caótico.
Encuentra las multitudes, los ruidos, el desorden del mundo... todo lo que no es Él.
Santificar el almuerzo como si Él fuera a sentarse allí con nosotros.
Saborea una suave siesta donde los sueños llevan tu mente a una tierra desconocida y paradisíaca.
Despertar, con niebla, de mal humor, con dificultad para levantarse.
Reelaborar los hilos de uno mismo y de los demás.
Siempre cosiendo tu vida. Especialmente el que está por venir. Arrodíllate, torcido, intenta permanecer de pie en oración.
Soñar con captar lo inimaginable, el sentido que da sentido al vacío.
Encuentra mil excusas para huir, escúchalas todas una a una, prestándoles especial atención.
Creer que la verdad podría ejercerse de otra manera.
Intentando redescubrir la esencia de lo que llenó las horas de la mañana.
Siendo domingo por la tarde…
¿Ya es domingo?
¿Adónde corrió la magia?
Aburrido de pensamientos inútiles esperando que el tiempo pase más rápido.
Escucharte llamar desde lejos: “¿Dónde estás?
» Teme, estremecete, tiembla, llora, estremecete ante el eco terrible...
Recuerda... No temas más.
Nunca más tengas miedo. Soñar que es domingo por la mañana...
Alucinarse yendo a la cita y declarándole en un susurro: “¡Estoy aquí!
» Soñar que es domingo por la mañana para reconectar con lo maravilloso.

Oración, todas las mañanas del mundo.

La oración de la mañana brilla cuando el cuerpo tarda en estirarse para honrar este nuevo día. La mano recorre las mantas, llamada a esperar la revolución del día para volver a encontrar un uso. Rechazados, arrugados, hundidos, volcados en la cama cuando el cuerpo se levanta en el esplendor del día que amanece. Un momento eterno que se reproduce mientras la vida corre por las venas y proporciona ese aliento cuya ausencia rima con muerte. El cuerpo se mueve y abraza la oscuridad para deslizarse sobre el colchón y dejar que los pies toquen el suelo. ¿No se tambalea este suelo? El hábito hace que la habitación se oscurezca negándole su misterio. La mano encuentra los pantalones y el suéter que vestirán el cuerpo torpe para recuperar el movimiento cuando se había acostumbrado a la quietud de la noche. De repente, el espacio tiene volúmenes definidos y precisos a los que es mejor no enfrentarse. La oscuridad lo vigila para no perder sus fortificaciones y espera recuperar algo de terreno en su lucha contra la luz del día y contra la agudeza visual que poco a poco se adapta a la falta de luz.

El corredor continúa. Te permite avanzar hacia la mayor aventura del día. Unos pocos pasos y el pasillo termina. El cuarto de baño. Un poquito de luz. Muy poco. Tienes que despertar, pero no despiertes a nadie. Este encuentro vuelve cada mañana en todo el mundo, íntimo, sin alardes. El cuerpo descubre el amanecer del día, deja la noche y su océano de inconsciencia para bañarse en la nueva fuente.

Finalmente, la sala de oración. La pequeña luz que se desliza y revela el icono del tríptico, una Virgen con el Niño, rodeados por los arcángeles Miguel y Gabriel. Una luz suave como la de un sol mediterráneo poniente. El descenso de rodillas al reclinatorio revela el momento de la verdad. Las rodillas crujen y suplican clemencia. La fuerza muscular desplegada para descender sobre el desgastado cojín colocado sobre la madera del prie-dieu permite a los miembros familiarizarse con esta nueva posición. Encorvarse manteniendo la dignidad requerida por la oración. Deja que tu mirada recorra el altar compuesto. Contempla la luz amaderada de la lámpara sobre el ícono agrietado. Vea el rostro de Cristo en esta pintura del siglo XIX y su dedo indicando discretamente su corazón misericordioso. Reconociendo la Trinidad de Andrei Rublev. Pensemos en el genio de Tarkovsky y en todos los necios de Cristo. Deja que tu mente divague como en una novela de Antoine Blondin. Revisa este contrato mal firmado, el caos del trabajo y las relaciones humanas. Tratando de ignorar esas rodillas crujientes que piden consuelo. Olvídese de esa llamada telefónica en la que cada palabra sonaba como un martillazo. Déjate invadir por algunas notas de desesperación por la vida después de aquel horrible día del día anterior en el que todo el trabajo de varias semanas quedó reducido a la nada. Lamentando este cansancio que nunca termina y que anhela ser barrido por unas vacaciones que no aparecen en el horizonte... Cuántos pensamientos giran y giran en el cráneo humano que no puede dejar de dar vueltas y engatusar sus ideas, sus conceptos, este camino del mundo, los días pasados, los que vendrán? Qué maravilla que estos sentidos, todas estas impresiones visuales, táctiles, sonoras, gustativas o olfativas regresen y formen la memoria, donde reside el espíritu. ¡Qué poesía!

Los pensamientos borran cualquier dolor de rodillas o la artrosis que se pega allí como una concha a su roca. Pero, después de la tormenta de recuerdos y esperanzas, llega el momento de la esperanza y el recuerdo. Desborda recuerdos y esperanzas en cien codos, en profundidad, en longitud, en anchura y en altura. A decir verdad, es muy difícil decir cuánto los supera, porque no hay nada con qué compararlos. El alma siente una oleada de shock ante la idea de esta comparación. Nada se puede comparar con la esperanza y el recuerdo. Sería como comparar el cielo con la tierra. Eso no sería apropiado. ¿Cómo puede vivir así la gente que no cree, dejando de lado su alma? ¿Cómo pueden cubrirlos con tantos artificios que ya no resuenan lo suficientemente fuerte como para despertarlos? Esto está más allá de la comprensión.

La oración tamiza y tamiza las primeras ideas. Esas que resuenan y descienden a una caverna sin fondo. Los que siguen resonando cuando ya no los escuchamos. Ideas de ultratumba que modifican la vida cotidiana, que la influyen y la profundizan. ¿En qué tiempo y espacio se expresa la vida? Lo creemos aquí y está allí. Lo consideramos distante, absorto en la teoría, y la práctica gana el voto al abarcar pensamientos y acciones. Estamos ausentes de nosotros mismos. Tan a menudo. De una manera tan significativa. Vamos a dejarte en paz. Y, si lo logramos, si nos dejamos absorber por esta aurora que pisotea y gime, que da origen al día y a la vida, el amor llega sin avisar y nos envuelve y abraza. Es fruto de la oración. Hay un momento provocado que nos espera a pesar de nosotros mismos. A partir de este momento, nadie vuelve igual. Un momento del que realmente nunca regresaremos. La belleza de este combate cuerpo a cuerpo del que sólo el amor sale victorioso ordena el mundo. Por eso quisiéramos evitarlo, porque no hay tiempo, hay mucho que hacer, los segundos rebotan, el mundo nos manda y somos víctimas de nuestra estructura que se desmorona.

A veces también, cuando los pensamientos se disipan, la espera nos lleva a la desesperación. Se perdió la cita. Se hace esperar a un participante. Sin embargo, la mente lo exige. Esperamos y nos impacientamos. Vendríamos a mirar la hora. Pateamos con los pies. Hasta el momento en que nos damos cuenta de que no es el lugar correcto, que nos hemos equivocado, que nos hemos descarriado. Por experiencia debemos saber que si la cita no se produce, nunca es culpa suya, sino nuestra. No nos pusimos a disposición. El único momento de nuestras vidas en el que debemos ausentarnos para asistir.

Nunca la criatura se ha revelado tan criatura. Todas las debilidades mostradas. Todas las fragilidades expuestas. Ya nada protege, porque nada podría empañar el momento. El día que se escapa y se funde con la luz de la noche. Las sombras furtivas que se deslizan por el rostro de la Virgen. La espada de San Miguel que brilla lista para servir. El zertsilo del Arcángel Gabriel donde se refleja Cristo, indicando el camino siempre por venir, a imitar. Todos estos pensamientos, estas emociones, estos sentimientos se nutren y alimentan mutuamente, conscientes de su importancia. Ningún orden los gobierna. La inmensidad de lo que revelan y la pequeñez de su contenedor asustan, pero también cautivan. Todo lo que se dijo, lo que se va a decir, lo que no se dijo, lo que se pudo decir, se concentra y se extrae para reducirlo a la nada. La oración apenas ha comenzado. Ella misma se anuncia. Los ojos se cierran. Nos abrimos paso a tientas hacia nosotros mismos. Hay allí un santuario que es preocupante. ¿Encontraremos lo que buscamos? “Señor, en el silencio de esta aurora, vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza…” Hay que venir buscando nada para encontrar allí cada cosa nueva. Las palabras de repente agonizan. Ya no están a la altura de la tarea. Comienza la oración. Ella apaga todo lo que no es ella, el silencio. La profundidad del silencio. La abismal intensidad del silencio. El silencio que todo lo completa en su presencia. El silencio que reina para su amo: el amor. Entonces comienza la oración, cuando el amor se despliega y llena cada vena, cada órgano, cada fibra del ser para establecer la precedencia del Creador sobre la criatura. No existe nada más. El corazón se inundó de alegría. No puede existir nada más, porque todo es incongruente comparado con este momento, que no es ni un sentimiento, ni una emoción, ni un pensamiento. El universo disminuye y se hace más corto. Hay un momento que no existe, pero que volverá en el próximo abandono. Este es un momento que le da a la vida toda su importancia. Allí, en el corazón de la oración vibra el amor, una joya que todos tenemos, pero no escapando, abandonándonos. Nada se da por sentado, todo se ofrece. Poco a poco, al no tener más acceso a él, nos convencimos de que no existía o que ya no existía. Descubrimos que no se resistió a la ciencia, a esta nueva religión. Incluso lo ridiculizamos, porque no bastaba con olvidarlo, había que denigrarlo. Sin embargo, quien se deja capturar allí, allí se transforma, allí se metamorfosea. Negarse es morir lentamente. Muere para Él. Para siempre.

La oración influye en toda la vida que allí se ofrece devolviéndole su sencillez, lo maravilloso.

El exilio, los inmigrantes y el Santo Padre (2)

Reflexiones sobre las diversas declaraciones del Santo Padre sobre los migrantes

No todos los inmigrantes que llegan hoy a Europa huyen de una situación catastrófica. A menudo llegan con una gran sonrisa. No todos parecen indigentes. No muestran nostalgia por su país y llegan en masa para buscar otro número. La melancolía está ausente, porque es compensada por el comunitarismo que importan y que redescubren. Finalmente, viajan solteros, sin esposas ni hijos, lo que debería resultar intrigante. Al menos. Que detrás de esto hay una voluntad parece obvio, incluso si ante esta frase se blande la etiqueta de conspiración. Los inmigrantes a la antigua usanza salieron de una situación desfavorable para no encontrar consuelo, sino escapar del infierno, sin estar seguros de encontrar consuelo, pero armados de esperanza, como dije anteriormente. Se fueron con mujeres y niños porque querían protegerlos. El sentimiento nacional ha desaparecido entre los inmigrantes modernos, ¿son anacionales? Si es así, ¿qué podría convertirlos en una nacionalidad, una supranacionalidad? ¿Dónde encuentran el dinero para hacer el cruce? Durante la guerra de Irak, las autoridades religiosas cristianas observaron que se habían distribuido ampliamente pasaportes y visas, mientras que antes de la guerra era extremadamente difícil obtenerlos. Finalmente, el hecho de que la mayoría de sus inmigrantes sean musulmanes también debería plantear dudas. Cuando sabemos que un musulmán debe morir (y por tanto vivir) en una tierra musulmana, sólo podemos plantearnos la cuestión de su falta de deseo de unirse a una tierra musulmana. Sobre todo porque estos países suelen estar mucho más cerca geográficamente que Europa. Tantas preguntas que el Papa Francisco nunca hace. Tantas preguntas que parecen tener sentido.

El exilio, los inmigrantes y el Santo Padre

Basta escuchar la música cautivadora de algunos tangos, Carlos Gardel, por supuesto, también Astor Piazzolla, y otros, que así cantaron al exilio, a lo lejano, a lo inaccesible, para ahuyentar del alma sus ondas, su melancolía y vivir para el duración de una canción en la felicidad combinada de sus recuerdos y sus esperanzas, para sentir la angustia de quien cree haber perdido su país para siempre.

Esta conjugación se llama esperanza. Donde el alma vibra para sentirse viva. El Papa Francisco, como buen argentino, siente en sus venas la migración de sus antepasados ​​a este El Dorado, Argentina. Que esto modifica su visión del migrante, cuyo nombre excesivamente genérico indica desde el principio la dificultad de hablar de él, es innegable y resulta ser una clave para comprender sus erráticos discursos sobre el tema.

El exilio obliga al alma a revelarse y a velarse. Revelar ciertas cosas de uno mismo que no sabía, que ignoraba, que mantenía ocultas por miedo a lo que pudieran ocultar. Ante el exilio, emergen de uno mismo como de la nada, se convierten en lo que siempre han sido y nos dominan. ¡Qué mérito forjó en nosotros el exilio, muchas veces a nuestro pesar, porque nos negamos a hacerlo! El exilio derriba una barrera que a menudo se levanta deprisa y sin pensarlo realmente. El hombre es un animal reactivo. Cuando evoluciona en su elemento habitual, lo más frecuente es que reaccione a sus propios demonios, resentimientos y cambios de humor. Cuando sale de su capullo, reacciona para sobrevivir apoyándose en aquello en lo que cree, a menudo fruto de su cultura, pero su naturaleza tampoco le es ajena. Este arraigo lo protege la mayor parte del tiempo de la decepción consigo mismo, pero no de la melancolía y la nostalgia.

De esta experiencia surge la expresión viajar forma juventud El exilio obliga al corazón, a la mente y al cuerpo a comunicarse de manera diferente con el alma que, por tanto, se revela, pero que también nos exige velar partes de nuestra personalidad que ella daba por sentadas. A veces, estas son secciones reveladas que ocultan otras secciones. Lo que creemos resulta estar sobreestimado.

En el exilio, incluso las certezas parecen nuevas.

Carta al Papa Francisco sobre la Misa

Preámbulo
Esta carta al Papa Francisco fue escrita por primera vez para La Voie Romaine 1 para dar testimonio de la belleza y eficacia del rito romano tradicional y para dar testimonio del impacto causado por el motu proprio, Traditionis custodes , publicado el 16 de julio de 2021. por el Papa Francisco.

Santo Padre,
me despertaba de una terrible pesadilla: soñé que limitaba el acceso a la liturgia tradicional, por eso pensé que era importante revelarle cuánto ha marcado la Misa de San Pío V mi existencia sin que yo sea el menos preparado para ello. Sabes que me cuesta escribir Saint-Père, porque no tuve padre. Yo tengo uno, como todo el mundo, pero no lo conseguí cuando debí haberlo hecho. Así que me dejó antes de que yo naciera. Lo encontré más tarde, pero entiendes que no lo conseguí en el momento adecuado. No pasé los buenos momentos que un niño conoce con su padre. No lo conocí cuando surgió la necesidad, y la necesidad surgió en todo momento ya que la ausencia la creó. No tuve un padre que me guiara, como un tutor, para compartir mis gustos y mis disgustos, para casar mis puntos de vista o influenciarlos.

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¡Benedicto XVI en el Paraíso!

"¿Es por la mañana o por la noche?"
Mi respiración se detendría, luego se reanudaría. Como si estuviera dando una señal de un defecto. Él me dejó ir. El pneuma me estaba dejando. Suspiré que estaba listo. ¡Dios mío, me encanta! Pero, volvió el aliento, el aire de la nada, como si hubiera salido a hacer un mandado. Las memorias están fuera.
Sabía que G. vendría. Esperaba que mis últimas fuerzas duraran hasta su regreso. Estaba esperando que entrara en agonía. No sentí ninguna tensión. Creo que todo fue rápido después. El tiempo corre. Escuché diferentes sonidos que no parecen pertenecer todos al mismo universo. Me dio un vago letargo como el que sientes cuando estás en coma. Sonidos provenientes de varias dimensiones. G llegó con dos hermanas, mis pequeños recuerdos que tan bien me habían cuidado todos estos años.
Escuché perfectamente lo que se decía. El alma tiene oídos, ¿no? Calculé qué testigos estarían presentes durante mi juicio. Le pregunté a mi ángel, pero no respondió. ¿Ya estaba llamado a allanar mi camino? Podía escuchar a G. hablándome con su voz melodiosa para tranquilizarme, pero no pude responderle. Esto es ciertamente lo que lo decidió a bendecirme y ofrecerme el último sacramento. Mi voz ya no salió. Entendí que esta vez, ella nunca volvería a salir. Mi voz en la Tierra se apagó en ese momento. Empezó así. Ella me había traicionado antes, sin embargo, esta vez, entendí que era definitivo. Ya no ejercí ninguna fuerza para hacerla cambiar de opinión. Sentí que partes de mí se estaban volviendo independientes de mí. Quería repetir: ¡Dios mío a quien amo! Lo digo sin voz. Por la mirada, G. me entendió. El alma tiene oídos. G. se arrodilló en el momento en que sentí que me estaba resbalando. Me recordé a mí mismo, cuando era niño, deslizándome en un charco de agua helada y encontrándome sobre mis nalgas, girando por mi cuenta. Mis ojos se cerraron en este delicioso recuerdo de mamá y papá riéndose de los estallidos de mi caída, mi muy querido hermano también se reía a su lado, luego me ayudó a levantarme. Mis queridos padres que me habían dado la vida en un momento difícil y que, a costa de grandes renuncias, me habían preparado con su amor un hogar maravilloso. Todo sucedió muy rápido. Dejé mi cuerpo. Comprendí que el alma era el yo real Todavía sentía mis extremidades. fue extraño Sentí que alguien venía. Todo iba muy rápido. Se acercaba una persona. Él me era familiar. ¿Cómo lo supe? Era como un nuevo sentido que precedía a todos mis sentidos perdidos. Sabía quién venía aunque no veía a nadie, además mi visión se estaba nublando, se estaba confundiendo, pero sabía, sentía que alguien estaba parado frente a mí.

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Paraíso perdido de Sebastien de Courtois


Hay una nostalgia por un paraíso perdido. Todos lo sentimos, más o menos; nos conecta con el pecado original y con la caída. Esta enfermedad atormenta a las almas puras. Ella tacones y ondas. Enfermedad de la juventud si alguna vez hubo una, locura romántica, esta nostalgia está en el corazón de la novela de Sébastien de Courtois, L'ami des beaux jours .

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La tradición sirve para recordar

La tradición exige una conversión permanente. ¡La tradición no es un picnic! La tradición exige un esfuerzo constante. Y hasta el esfuerzo más importante: no olvidar. La tradición se trata de no olvidar y requiere un esfuerzo repetido para recordar. No puede existir sino por este movimiento de ida y vuelta entre el significado que da y la comprensión de este significado a través de su actualidad.

oración del artesano

Oración monástica del siglo XII
Enséñame, Señor, a utilizar el tiempo que me das para trabajar bien...
Enséñame a unir la prisa y la lentitud, la serenidad y el fervor, el celo y la paz. Ayúdame al comienzo del trabajo. Ayúdame en el corazón de la obra... Y sobre todo llena tú mismo los vacíos de mi obra: Señor, en toda obra de mis manos deja una gracia tuya para hablar a los demás y un defecto mío para hablarme a mí mismo.

Mantén en mí la esperanza de la perfección, de lo contrario me desanimaría. Guárdame en la impotencia de la perfección, de lo contrario me perdería en el orgullo...

Señor, nunca me dejes olvidar que todo trabajo es vano excepto donde hay amor...

Señor, enséñame a orar con mis manos, mis brazos y todas mis fuerzas. Recuérdame que el trabajo de mis manos te pertenece y que a mí me toca devolvértelo... Que si lo hago para agradar a los demás, como la flor de la hierba me marchitaré al atardecer. Pero si lo hago por el bien, permaneceré en el bien. Y el momento de hacerlo bien y para tu gloria es ahora.

Amén

Antígona, rebelde e íntima (7/7. Amor)

7ma y última parte: Amor

El deseo de Antígona es la familia, no quiere dejar insepulto a su hermano; Creonte, quiere afirmarse como rey y mostrar su poder. Antígona favorece los lazos familiares que encarnan el amor y revelan un ser. Creonte establece su poder al firmar un acto de ley que debe establecer su autoridad. La misma palabra caracteriza su acción: deseo. Pero el deseo no reconoce el deseo en el otro, uno podría creer, especialmente si uno está tentado a adorar el deseo por sí mismo, que el deseo dobla cualquier deseo que encuentra. Entre Creonte y Antígona, lo que cuenta es la medida de los deseos. Frente a frente, Antígona y Creonte aumentarán la medida de sus deseos a la adversidad que encuentran. Pero, ¿sigue siendo comprensible hoy en día la fuente del deseo de Antígona? En efecto, el deseo de Antígona, este deseo que se basa en la justicia, la justicia hecha y devuelta a los restos de su hermano y a los dioses, este deseo adquiere todo su sentido, porque es comunal, es parte de una ciudad y en una visión familiar, reducida de la ciudad, y en una creencia, Antígona se apoya en los dioses para desafiar a Creonte. Antígona no expresa un deseo personal, defiende una ley eterna, defiende su deber de decirlo, de reclamarlo ante cualquier poder que se crea superior a ella. ¿Desde cuándo ya no escuchamos a nadie ponerse de pie en el espacio público para reclamar su deber a costa de su vida? Lo peor ? Nos hemos acostumbrado a este silencio, a esta resignación, las leyes trascendentales ya no nos dicen mucho, entonces nada viene a sobresalir y por tanto corregir las leyes que pasan frente a nosotros y nos envuelven como basura en un torrente de agua. Las comunidades que fortificaban al individuo dentro de un espacio que lo protegía y le permitía crecer se hicieron añicos. El individuo ahora parece un electrón loco que sólo puede construirse a partir de ráfagas de viento que constantemente lo agotan y lo confunden y borran hasta el gusto por el sentido que se le debe dar a su vida. La vida social se basa en la ley y sólo en la ley, pero en un lugar sin geografía formado por gente de la superficie, todos los derechos son iguales y aplastados en una odiosa confusión. Creonte tiene el poder. Antígona es la hija de Edipo. En un momento en que ya no se trata de tener, de poseer, de adquirir, Antígona pesa —puesto que es necesario evaluar— muy poco. La destrucción metódica de toda la metafísica es semejante a un crimen contra la humanidad. Quizás el más grande que el mundo haya conocido jamás. Ya que con un clic puedo adquirirlo todo, solo necesito saber mi deseo para satisfacerlo. Entendemos también que este deseo individual que nada protege de su apetito no acepta límites y en especial los que le imponen los demás; entonces entra en juego la envidia, el deseo degradado, degradado.

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