La pérdida de todo reconocimiento en los tiempos modernos, combinada con un individualismo frenético, empuja a todos a anhelar cualquier forma de reconocimiento. Todos sueñan con un momento de gloria, siendo la forma mediática la más buscada, ya sea a través de la televisión o de las redes sociales, pues aparece como una forma máxima de reconocimiento; la forma reflejada, soy admirado y admiro ser admirado. Lo efímero reina en condición absoluta, esta inquietante inmediatez, porque prohibe el recogimiento, lo íntimo, la vida interior reemplazándolos por el estruendo sofocante, la multitud alcahueta, la indecencia perversa.
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