Los funerales

Los funerales sirven para apuntar con precisión diabólica un dardo que viene a reventar el absceso del dolor para dejarlo salir suave y terso como la infusión de un enfermo, hidrata a los que quedan al borde de la orilla de los vivos, le brinda el consuelo de estar siempre un poco con la persona desaparecida, pero al mismo tiempo le recuerda su ausencia… Es difícil no deleitarse con ella y no odiarla al mismo tiempo. La pérdida cambia toda la disposición del vivo porque ve la huella del muerto por todas partes, algunas habitaciones están adornadas con flores cuando nunca lo han estado... El muerto impone un prisma al vivo que lo ve en los lugares donde este último tiene nunca poner un pie. La imagen mental permite recordar e imaginar y entrelaza frenéticamente los hilos de uno con los hilos del otro en una loca sarabanda que embriaga y enronquece hasta que ya no somos capaces de diferenciar lo que es verdad de lo que inventamos. El tiempo no hace nada, o más bien teje esta confusión. Pero, ¿seguimos queriendo separar la memoria de la imaginación?

No lloramos a alguien, es el duelo lo que nos moldea, es la pérdida de un ser querido lo que nos moldea.


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