La identidad se divide por una parte en una base que está en nosotros sin que podamos sacar de ella ningún mérito particular, nuestra naturaleza y la educación que hemos recibido, y un movimiento constitutivo de la vida que descubre elementos que no están enumerados por nuestra naturaleza o crianza, sino que debe estar a la altura de nuestra naturaleza y crianza. Gran parte de este proceso ocurre sin que siquiera tengamos que pensar en ello. Es sin embargo esencial, imprescindible y nos obliga a la revisión permanente de esta naturaleza y de esta educación, así como a la revisión permanente de estos nuevos elementos a través del prisma de nuestra naturaleza y nuestra cultura. El equilibrio, aquí nuevamente, es esencial. No se trata de olvidar o peor de no ser conscientes de nuestra naturaleza, de olvidar o peor de perder los beneficios de nuestra educación, para acercarnos a las orillas de la novedad, o de lo contrario no seremos más que una bandera raída al viento, nos no tendrá criterio para juzgar la novedad y correríamos el riesgo de ver en esta novedad sólo novedad, y sólo gustar por eso.
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