Contra los robots

El diario de viaje de Emmanuel Di Rossetti


¿Para qué sirve la tradición?

La tradición exige una conversión constante. ¡No es pan comido! La tradición exige un esfuerzo constante. E incluso el esfuerzo más importante: el de no olvidar. La tradición sirve de poco para recordar; sirve principalmente para no olvidar. Pierde su confianza cuando se muestra en deuda con la memoria.

La tradición se identifica con el cóndor cuando la memoria revolotea en el viento como una mariposa. Como el cóndor, la tradición vive con una fidelidad arraigada en el cuerpo. Como el cóndor, la tradición puede morir de amor. Como el cóndor, todo lo que genera requiere tiempo para alzar el vuelo y afirmarse. Como el cóndor, requiere altitud para el pensamiento.

La tradición existe en un movimiento pendular que va desde el significado que transmite desde su origen hasta la comprensión de este significado, filtrado en el presente. No le faltan perlas. La tradición siempre inaugura una nueva intimidad. Da a luz un secreto revelado.

Una respuesta a “¿Para qué sirve la tradición?”

  1. Conviene distinguir entre la noción de tradición en general y tal o cual tradición «regional» o «sectorial» en particular, así como entre una tradición, como todo estructurado y estructurante, y las tradiciones presentes en ella, como elementos articulados y jerarquizados entre sí, que valorizan y transmiten ese todo.

    Dentro del mismo catolicismo, una sana relación con la Tradición favorece la adquisición y luego el reforzamiento de un óptimo de humildad, lucidez y santidad: se trata, en definitiva, de la humildad de los respetuosos herederos de todo un patrimonio del que son servidores y transmisores, de la lucidez de quien se edifica en contacto y mediante aquello que inspiró y guió la edificación de quienes le precedieron, y de la santidad pensada y vivida en Jesucristo.

    De aquí se comprende fácilmente lo siguiente: los pilares de toda tendencia al resentimiento hacia la Tradición y de todo deseo de derribarla son:
    – el orgullo, que conduce a la ingratitud, a la obliteración y a la huida hacia delante,
    – el error, incluso la mentira extravagante y presuntuosa,
    – la sustitución o transformación de la santidad en Cristo por una imprecisa, imprudente e indefinida “simpatía” ad extra e in mundo.

    Añadamos un último aspecto: frente a los efectos intensificadores del momento presente que caracterizan el clima que hace o sustituye a la cultura en nuestro tiempo, al menos desde 1914, el recurso a la Tradición equivale al recurso a un efecto de acompañamiento «antropológico-civilizacional» que contribuye a mantener vivo el sentido cristiano de la duración, de la profundidad, de la primacía de la vida interior y de la solidaridad, especialmente litúrgica y espiritual, entre las diversas generaciones de fieles católicos.

    Leyendo lo anterior, podemos comprender mejor el objetivo de los sucesores de quienes fueron o quisieron ser los asesinos, y luego los sepultureros de la Tradición, así como su odio a la Tradición. Para ellos, la Tradición es esclavizante, cuando en realidad es liberadora, siempre que se comprenda, se reflexione y se viva bien.

    En este sentido, resulta también bastante cómico que tantos católicos reformistas que desdeñan o incluso odian la Tradición católica, también aprecien de forma cálida y positiva casi todas las religiones y tradiciones de creencias no cristianas.

    Hay una relación con las cosas, o una visión de las cosas, que lleva a pensar que esta actitud proviene de, o es, cuasi-estafa.

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