El 13 de diciembre de 1908, en la beatificación de Juana de Arco, Pío X pronunció estas palabras que quedan en la memoria:
Dirás a los franceses que atesoran los testamentos de Saint-Rémy, Carlomagno y Saint-Louis, que se resumen en estas palabras tantas veces repetidas por la heroína de Orleans: ¡Viva Cristo, que es rey de Francia! Sólo por este título Francia es grande entre las naciones. En esta cláusula, Dios la protegerá y la hará libre y gloriosa. Con esta condición, podremos aplicarle lo que en los Libros Sagrados se dice de Israel que no se halló a nadie que insultara a este pueblo sino cuando se alejara de Dios. »