Antígona sabe que el hombre no debe creer sólo en su voluntad. Allí también es una cuestión de poder que se hincha con su orgullo. Sólo la voluntad se pervierte, se corrompe, se marchita y se envanece. La sola voluntad, o la sola voluntad que a menudo la acompaña, ocupa espacio tan pronto como se olvida un poder superior, la autoridad. Se equivocan todos los que actúan en política sin referirse a una fuerza superior. Es una lección de Antígona, una de las leyes olvidadas por Creonte que ella restaura y recuerda.
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