¿Qué muerte para Occidente?

Cada vez es más agradable para mí escuchar estos discursos de los occidentales haciendo gárgaras sobre la muerte del catolicismo, la muerte de esta vieja piel de la religión, cuando no es la muerte de Dios, simplemente.

Los ensayos, filosóficos o no, los discursos, inteligentes o no, el café comercial de la aldea global sobre todo, no pueden ocultar el ruido de las muletas, de la cojera y por tanto de la falta de seguridad en el andar de quien a veces llega solo. , a menudo en cohortes, para matar esta religión católica que ha durado demasiado. Su risa es gorda y son impotentes. Se parecen terriblemente a esos senadores romanos saciados que se ríen de la mención de los bárbaros en vísperas de la caída de Roma.
Se siguen riendo porque no saben que están lisiados; están satisfechos con su afirmación porque no ven que el barco que conducen se está haciendo agua. Y como la impunidad es para ellos una forma de vida y de pensar, sus abucheos no deben escapar a nadie. Qui tollis peccata mundi ...
No es la religión lo que está desapareciendo. No es la religión la que muere. Es su mundo, ese mundo occidental arrogante y aburrido que poco a poco se enreda en sus propias contradicciones y sigue tomando vejigas por farolillos viviendo de una gloria muy marchita y de un entusiasmo desalmado.
Ya no falta mucho para este mundo occidental, que sufre desesperadamente por su comodidad y su neurastenia.
La Iglesia católica tiene cada año más sacerdotes en el mundo, más fieles, más misiones... Que la tierra de Occidente ya no la acoge, que la tierra de Occidente cree que ya no la necesita, que la tierra de Occidente Occidente, cada vez más animado por una voluntad de poder, escapa a su historia, y es la tierra de Occidente la que se hunde inexorablemente. Sin embargo, la Iglesia católica nunca habrá dejado de acercarse a él y de indicarle la condición de su supervivencia.

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