El mundo moderno sigue presentándonos chivos expiatorios. Lance Armstrong, Richard Millet, Jérôme Kerviel, John Galliano, por citar sólo algunos, cada uno en un campo, con causas y motivos completamente distintos, han encarnado recientemente al chivo expiatorio, al culpable justamente castigado, al impedimento en un círculo restituido en su lugar. El chivo expiatorio está vinculado al igualitarismo, vinculado a su vez a la envidia. De héroe a chivo expiatorio, solo el deseo no cambia. El mundo moderno lleva el espectáculo en la sangre, el chivo expiatorio tiene allí una función catártica.
En la era de la democracia moderna, todo pasa por Twitter o Facebook. La verdadera información está ahí. No estar equivale a desaparecer, a mantener una vida en la sombra, una vida en la sombra. En las redes sociales se permite el colmo de la democracia moderna: codearse con el ídolo, vivir con el ídolo, al ritmo del ídolo, saber todo de ella, verla cuando se levanta de la cama, abrazar buenas noches; solo falta el contacto táctil. Esta proximidad transforma el papel del ídolo que siempre se ha conocido, lo cambia para siempre. Si el ídolo fuera una simple estatuilla, no hablaría, no respondería, sólo ocuparía el lugar que le queda, reuniría en su efigie todas las imágenes mentales que el cerebro puede producir. El mundo moderno no conoce la imagen mental, está más allá de la fantasía. Odia lo oculto, y mucho menos lo secreto. De ahí la frase de uso frecuente: la fantasía hecha realidad. La fantasía -phantasmata , la imagen mental para el griego antiguo- no puede ser, no debe ser, una realidad. De lo contrario, el horror aguarda. De lo contrario, solo podemos orar mientras esperamos que todo vuelva a su lugar. Hay un posible desenfreno en codearse con el ídolo demasiado de cerca. A través de esta proximidad, el mundo moderno se ha comprometido a crear una palanca catártica para controlar las conciencias. El ídolo puede ser un héroe o un chivo expiatorio, puede servir a la sociedad del espectáculo y su suave dictadura. También permite rellenar casillas: héroe, chivo expiatorio, caído, condenado, víctima... Una hoja de papel de fumar separa estos calificativos. En un contexto de moralismo, la sociedad muestra sus cartas y reparte los puntos buenos o malos. Todas las áreas se ven afectadas, pero algunas son más "populares" que otras. El chivo expiatorio te permite cambiar de imagen, engañar o afirmar tu responsabilidad y tu incorruptibilidad. Pero nadie debe dejarse engañar por tales esquemas. La sociedad del espectáculo es un simulacro de sociedad basada en la intrusión, la indecencia y la denuncia.
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