Oh Jesús, a Tu Corazón encomiendo (a quienes deseo: por ejemplo “víctimas del virus”)
Míralos y luego haz lo que te diga Tu Corazón.
¡Deja que tu corazón trabaje!
Confío en Él.
Yo confío en él.
¡Me entrego a Él!
Oh Jesús, por tu amantísimo Corazón, te suplico que inflames con el celo de tu Amor y de tu Gloria a todos los sacerdotes del mundo, a todos los misioneros, a todos los que tienen la responsabilidad de anunciar tu divina Palabra, para que con santo celo ellos arrebatan las almas a Satanás y las conducen al asilo de Tu Corazón donde pueden glorificarte sin cesar!
Padre eterno, que por amor a las almas entregaste a la muerte a tu único Hijo, por su sangre, por sus méritos y por su corazón, ten misericordia del mundo entero y perdona todos los pecados que se cometen.
Recibe la humilde reparación que te ofrecen tus almas escogidas.
Únelos a los méritos de tu divino Hijo, para que todos sus actos sean de gran eficacia.
¡Oh, Padre Eterno, ten piedad de las almas y no olvides que aún no ha llegado el tiempo de la Justicia, sino el de la Misericordia!
Recibe, oh Santísimo Padre, los sufrimientos y méritos de todas las almas que, unidas a los méritos y sufrimientos de Jesucristo, se ofrecen a Ti, con Él y por Él, para que perdones al mundo.
¡Oh Dios de misericordia y amor, sé la fuerza de los débiles, la luz de los ciegos y el objeto del amor de las almas!
¡Oh mi Salvador que eres también mi Dios, que mi corazón sea una llama de puro amor por Ti!
(1952)