"¿Es por la mañana o por la noche?"
Mi respiración se detendría, luego se reanudaría. Como si estuviera dando una señal de un defecto. Él me dejó ir. El pneuma me estaba dejando. Suspiré que estaba listo. ¡Dios mío, me encanta! Pero, volvió el aliento, el aire de la nada, como si hubiera salido a hacer un mandado. Las memorias están fuera.
Sabía que G. vendría. Esperaba que mis últimas fuerzas duraran hasta su regreso. Estaba esperando que entrara en agonía. No sentí ninguna tensión. Creo que todo fue rápido después. El tiempo corre. Escuché diferentes sonidos que no parecen pertenecer todos al mismo universo. Me dio un vago letargo como el que sientes cuando estás en coma. Sonidos provenientes de varias dimensiones. G llegó con dos hermanas, mis pequeños recuerdos que tan bien me habían cuidado todos estos años.
Escuché perfectamente lo que se decía. El alma tiene oídos, ¿no? Calculé qué testigos estarían presentes durante mi juicio. Le pregunté a mi ángel, pero no respondió. ¿Ya estaba llamado a allanar mi camino? Podía escuchar a G. hablándome con su voz melodiosa para tranquilizarme, pero no pude responderle. Esto es ciertamente lo que lo decidió a bendecirme y ofrecerme el último sacramento. Mi voz ya no salió. Entendí que esta vez, ella nunca volvería a salir. Mi voz en la Tierra se apagó en ese momento. Empezó así. Ella me había traicionado antes, sin embargo, esta vez, entendí que era definitivo. Ya no ejercí ninguna fuerza para hacerla cambiar de opinión. Sentí que partes de mí se estaban volviendo independientes de mí. Quería repetir: ¡Dios mío a quien amo! Lo digo sin voz. Por la mirada, G. me entendió. El alma tiene oídos. G. se arrodilló en el momento en que sentí que me estaba resbalando. Me recordé a mí mismo, cuando era niño, deslizándome en un charco de agua helada y encontrándome sobre mis nalgas, girando por mi cuenta. Mis ojos se cerraron en este delicioso recuerdo de mamá y papá riéndose de los estallidos de mi caída, mi muy querido hermano también se reía a su lado, luego me ayudó a levantarme. Mis queridos padres que me habían dado la vida en un momento difícil y que, a costa de grandes renuncias, me habían preparado con su amor un hogar maravilloso. Todo sucedió muy rápido. Dejé mi cuerpo. Comprendí que el alma era el yo real Todavía sentía mis extremidades. fue extraño Sentí que alguien venía. Todo iba muy rápido. Se acercaba una persona. Él me era familiar. ¿Cómo lo supe? Era como un nuevo sentido que precedía a todos mis sentidos perdidos. Sabía quién venía aunque no veía a nadie, además mi visión se estaba nublando, se estaba confundiendo, pero sabía, sentía que alguien estaba parado frente a mí.
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